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Por favor, use este identificador para citar o enlazar este ítem: http://repositorio.unsch.edu.pe/handle/UNSCH/2123
Título : Tiempos de guerra y de dioses: Ronderos, evangélicos y senderistas en el Valle del río Apurímac
Autor : Del Pino H., Ponciano
Palabras clave : Sendero Luminoso
Fuerzas armadas
Rondas campesinas
Iglesia evangélica
VRA
Narcotráfico
Fecha de publicación : 1995
Editorial : Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga
Resumen : Han pasado catorce años desde que el Partido Comunista del Perú, conocido como "Sendero Luminoso" (SL), diera inicio a uno de los periodos más sangrientos de nuestra historia. Un periodo de violencia política cruel y sin perspectivas, que dejó como saldo miles de muertos, pueblos abandonados, cientos de huérfanos, ingentes, daños materiales. Desde que SL desatara la violencia en 1980, el proceso de la guerra no tuvo un solo cauce. Las respuestas del Estado y de la sociedad variaron en el tiempo y en el espacio. El presente trabajo trata de analizar la complejidad de la guerra en un espacio determinado, el Valle del río Apurímac, que corre por el extremo nor oriental del departamento de Ayacucho, cruzando las provincias de La Mar y Huanta (ver mapa 1). Queremos evaluar allí las acciones de SL, del Estado y sus fuerzas contrainsurgentes, asi como las respuestas de la población civil, que muchas veces fue objeto del encono, tanto de SL como de las Fuerzas Armadas (FFAA) y Policiales (FFPP). Son muchas las razones que nos llevaron a estudiar el Valle del río Apurímac. Por un lado, al iniciarse la guerra y ya desde la década de 1960 el valle se había convertido en el único polo rural dinámico de todo el departamento (Degregori 1986). Por otro lado, allí se organizaron los primeros Comités de Defensa Civil (CDC), entre ellos las rondas de Pichiwillca, prototipo de estas organizaciones que alcanzaron un alto grado de cohesión y de eficiencia militar en la lucha contra SL. A fines de 1991, Ayacucho llegó a contar con aproximadamente 836 comunidades organizadas en CDCS, de los cuales 280 correspondían al Valle del río Apurímac y tenían bajo su control el 95% del valle y en 1994, el Comando Conjunto de las FFAA registraba para Ayacucho 1,564 Comités de Autodefensa Civil, con 61,450 ronderos organizados y 5,583 armas distribuidas, de un total nacional de 4,205 Comités, 235,465 integrantes y 16,196 armas (véase anexo 1). Por otro lado, en el Apurímac las iglesias evangélicas, especialmente las pentecostales, han jugado un papel muy importante en la lucha contra SL. En una realidad social plagada de pobreza y enfermedades, entre una población de migrantes andinos en parte desarraigada de sus antiguas comunidades, en medio de la violencia, los evangélicos recrearon horizontes utópicos y ofrecieron nuevos patrones de orientación social y pautas de acción. Desde 1984 la Iglesia Evangélica Pentecostal comenzó a crecer con gran fuerza. Su mensaje: se vivían tiempos apocalípticos, vísperas de la segunda venida del Espíritu Santo. Era necesario y urgente "elegir el camino de la vida", el "verdadero cristianismo" para asegurar la salvación y la vida eterna. Para SL resultó muy difícil doblegar a estas comunidades, por lo que procedió a combatirlas. Los evangélicos elaboraron entonces una respuesta ideológica, que se tradujo en acción práctica para el juicio final, la tierra debía quedar limpia de "demoniacos". Por eso era necesario, bajo la protección de Dios, luchar contra las fuerzas del mal. De esta forma, la represión sangrienta de SL encontró como respuesta la acción armada de los evangélicos y la guerra política se convirtió en cierta medida en guerra religiosa, una guerra santa en el paradigma bíblico, pues los evangélicos no se imaginaban combatiendo contra un enemigo común y corriente, sino contra el propio anticristo. Es esa opción dialéctica del protestantismo evangélico a la que Morse (1982) se refiere, al pasar de la fe a la acción. Finalmente, otro sector importante de la población vio en la coca y el narcotráfico un escape a la pobreza y la desidia del Estado, una esperanza material. Debido a la violencia, el colapso del transporte terrestre y el derrumbe de los precios de los principales productos: café, cacao, cube; la economía del valle se centró en el cultivo de la coca y el procesamiento de la pasta básica de cocaína. En otras palabras, la guerra reforzó el cultivo de la coca y el desarrollo del narcotráfico.
URI : http://repositorio.unsch.edu.pe/handle/UNSCH/2123
Aparece en las colecciones: ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA E HISTORIA

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